No cabe duda que la delincuencia juvenil ha ido aumentando estrepitosamente. Los organismos oficiales no dan abasto en la prevención del crimen organizado por menores de edad, ya que los mismos, aparte de tener una gama de facultades constitucionales y legales que los protegen integralmente, aúnque sus actos indeseables sean contrarios a la ley.
El pandillismo como subcultura es parte del universo delincuencial y es utilizado como refugio de los adolescentes sin personalidad definida, quizás, sin tener conciencia los mismos que son utilizados por adultos que los controlan y capitalizan sus mentes débiles para sus fines ilícitos.
La política criminal de represión penal ha entrado en desuso, el hecho criminal parece vivir a años luz de la norma. ¿Acaso la ley como solución formal de conflictos sociales ha colapsado? Las conductas antisociales han cambiado y han reforzado sus tentáculos al margen de la norma, a simple vista esto parece ser.
I. Los Menores al Derecho
Al referirnos a menores de edad, la ley 136-03, en su principio II, lo define como “… niño o niña a toda persona desde su nacimiento hasta los doce años, inclusive; y adolescente, a toda persona desde los trece años hasta alcanzar la mayoría de edad…” precisando que en la jerga popular cuando hablamos de menores nos referimos a adolescentes, no a niños o niñas propiamente.
Según el principio III, de la citada norma, los adolescentes gozan del derecho de presunción de minoridad hasta prueba en contrario, especialmente ante la comisión de los más horrendos crímenes o el más simple delito. Es una protección especial del Estado ante los abusos que se podrían cometer contra los mismos, incluyendo ser tratados como adultos. Estos abusos en las cárceles o destacamentos policiales eran una regla, ya que en las penitenciarias se ligaban los menores con los adultos, siendo los primeros abusados y maltratados sexualmente.
Hoy día las redadas selectivas de la Policía en los barrios aparte de ser un instrumento de prevención, constituyen de manera “excepcional una especie de “casería de brujas de adolescentes”, donde en la mayoría de los casos pagan justos por pecadores.
Los menores en nuestros barrios viven aterrados por estas persecuciones, ya que no ven al policía como un agente de seguridad civil, sino como un oficial represivo y abusador.
Por otro lado en la doctrina, el discernimiento del menor de edad(13-18), es un debate que no tiene fin, unos piensan que el menor debe tener responsabilidad de sus actos mas allá de la solución del formalismo legal, estos deben ser tratados como adultos, profesan los mas radicales, pero la ley protectora dice lo contrario.
Desde la puesta en vigencia del nuevo código del menor o ley 136-03, en el año 2003, se pide a “gritos” su modificación con respecto a las penas, ya la prisión de 5 años no es suficiente, hay que endurecer las sanciones penales. Otros proponen proyectos de leyes anti-pandillas, porque creen que atacando ese punto, se resolverá este histórico flagelo.
En el proyecto de Ley Anti-pandillas que se encuentra en el Congreso Nacional, se define cómo una pandilla a un grupo de jóvenes que se reúnan habitualmente, señalen segmentos de territorio como propio, tengan señas o símbolos como medios de identificación, y se marquen el cuerpo de manera colectiva con cicatrices o tatuajes para significar asociación.
Indica que cuando un menor comprendido entre los doce y dieciocho años de edad cometa delitos o faltas contempladas en esa ley o en el Código Penal y la Procuraduría General de la República advierta que posee discernimiento de adulto, solicitará al juez que evalúe esta situación; y si este juez considera que está en capacidad de discernir las conductas e infracciones cometidas como un adulto lo declarará como adulto habilitado y se le aplicará la legislación.
Es evidente que esta propuesta legal, entra en contradicción con la ley 136-03, un menor de edad es a partir de los 13 años has cumplir la mayoría de edad, es decir 18 años. Que para ser tratado como adulto en la comisión de un crimen se debe reformar los principios esenciales de la normativa.
II. Los Menores al Revés
La familia tradicional por lo menos en estratos pobres no puede garantizar la autoridad, tampoco tener acceso a la riqueza, lo es, ya que diversos factores de la sociedad como son la frustración económica, la falta de oportunidades son los causantes principales, entre otros tentáculos que a simple vista se pueden apreciar.
La autoridad familiar no es suficiente garantía de disciplina para la prevención del delito, ni la represión moral de la religión imperante, pero menos lo constituye la escuela o la industria del entrenamiento, donde los menores son los consumistas predilectos. Pero cuando estos mecanismos no resultan el Estado debe buscar nuevas soluciones, pero ante todo hacer efectivas las que tiene.
Los menores están “desacataos”, por falta de régimen, de autoridad de los padres. Se les prohíbe a los comerciantes que le vendan cigarrillos y bebidas alcohólicas, pero los menores no se les prohíben tomar ni fumar. La misma ley trae la contradicción intrínseca. El discernimiento de las personas -jurídicamente adolescentes- es tan amplio que va más allá de lo que pueda ordenar la norma.
Por otro lado la subcultura del crimen es promocionado cada vez más por los diferentes medios de comunicación. Las modas musicales son con frecuencia más agresivas en la divulgación de antivalores, entre los mismos las ideas distorsionadas del sexo imperan y el uso de drogas prohibidas le sigue de cerca.
Aún con las prohibiciones, los menores ya no van a las discotecas, se quedan en la calle a altas horas en los famosos negocios de expendidos de bebidas alcohólicas llamados “licuor store”, donde los tiroteos son una costumbre . La prohibición de menores en establecimientos donde se vende alcohol no es aplicable en este terreno: los adolescentes están en la calle bailando y bebiendo. Los operativos de la Procuraduría de Menores: ¿en que lugar harán sus operativos preventivos? La ley no tiene respuesta para esto.
Los menores tienen pleno discernimiento para el ocio al extremo aunque no tengan plena responsabilidad penal de sus actos, el Sistema jurídico los protege o quizás los sobreprotege, pero los que no saben los mismos es que son los contribuyentes favoritos del Estado-nación. Los mismos son los compradores por excelencia del consumismo Light, que se traduce en la moda: (la ropa, zapatos, tenis, bebida alcohólicas y drogas prohibidas).
Pero a estos problemas tienen sus soluciones oficialmente tradicionales, que son los siguientes:
1. El aumento de las penas y creación de nuevas leyes
Una de las respuestas que solemos encontrar con mayor frecuencia para combatir la criminalidad en general, es la de aumentar y fortalecer la dureza de las penas previstas en el Código Penal y leyes especiales, con la esperanza de que constituyan una forma de desestimular la conducta proclive al delito. Los penalistas denominan ésta la función de prevención general o intimidación, reservada a la pena incluida en el tipo penal.
Si bien en materia de menores los montos de la pena de prisión previstas en cada figura delictiva no tienen aplicación directa, la verdad es que siempre tiene alguna incidencia porque los tribunales de menores tienden a establecer el tipo de "medida tutelar" en proporción a la gravedad del hecho y a la gravedad de la pena prevista para los adultos en la ley, más que a las necesidades de tratamiento y atención que requiera el menor.
De acuerdo con esta idea, las personas (menores) no van a cometer hechos delictivos si la pena prevista en la ley para esos delitos es dura y grave. Se tiene la creencia que existe una relación directa entre cantidad y gravedad de la pena por un lado y no inclinación hacia el, delito. En realidad no existe una relación directa entre gravedad de la sanción y desestímulo del hecho.
2. La prevención antes que la represión
Esta parece ser la regla básica en materia de menores, a la que debiéramos dedicarle mayores esfuerzos institucionales. La mejor manera de prevenirse contra la delincuencia juvenil es la de impedir que surjan delincuentes juveniles, para lo cual se requieren adecuados programas de asistencia social, económica, educacional y laboral.
Es obvio que debemos prevenir la delincuencia juvenil, y en esto no creo que haya disidentes. El problema está en ver si estamos dispuestos a intentarlo, y más aún, a transformar ese deseo en una verdadera política de gobierno en todas sus implicaciones, pues requiere de la participación de una gran cantidad de sectores, tanto públicos como privados. La prevención verdadera implica el desarrollo de políticas y programas que permitan una mayor distribución de la riqueza, más adecuados programas de asistencia social, el fortalecimiento de la educación en todos los niveles como una prioridad, oportunidad de trabajo, en fin mejores oportunidades de vida en todos los sentidos y para todos.
3. Los Programas Educativos
Para las autoridades de la Procuraduría General de la Republica responsables de dirigir el Sistema de Atención Integral de los Adolescentes en Conflictos con la Ley Penal, ”los muchachos malos” no son tan malos. La Dra. Ana Maria Hernández Pimentel, Directora Nacional de los centros de atención, dice confiar en el extraordinario trabajo que realizan a favor de los jóvenes que delinquen. “Para nosotros la mayoría de esos menores pueden cambiar sus vidas. Hay que ver como que aplicamos, se comportan de manera ejemplar”.
De igual modo opina otra funcionaria de la Procuraduría, la psicóloga Ramona Coronado, Coordinadora de la Unidad de redes de Apoyo. Con tono de pedagoga expresa: “Todos tenemos derecho a cambiar, fundamentalmente los adolescentes que están en un periodo en transición. Si comenzamos a trabajar en el seno de la sociedad atacando el problema por la raíz, de seguro que las cosas deben cambiar, porque como decía Bernes: Nacemos príncipes o princesas, pero a veces, el medio o la falta de educación nos convierte en sapo. A la mayor cantidad de esos jóvenes nadie los quiere. Son victimas de victimas, rechazados por todo el mundo. Nosotros tratamos de sembrar valores en ellos, principios, disciplina y amor”.
La delincuencia juvenil es uno de los mayores problemas sociales actualmente. Una gran parte de nuestra juventud esta podrida. La mayor parte de los actos delincuenciales son cometidos por menores. No nos extraña escuchar a alguien al momento de relatar un atraco del que ha sido victima, decir “Fueron dos carajitos los que me atracaron”.
Las estadísticas crecen cada día más, lo que muestra que no se logra nada con las medidas tomadas hasta ahora. Seria difícil hablar de mejorar las causas por ejemplo, sociales, debido a la desigualdad económica del país.
Debemos tratar de encontrar por lo menos una forma de mejorar, para poder reducir la delincuencia juvenil, trabajar para el futuro de nuestro país.
Nuestros jóvenes, los futuros hombres y mujeres del mañana necesitan soluciones para corregir lo que aún se puede. Es que mientras mas preventivos seamos menos persecución criminal nos ahorraremos.
PUNTO LEGAL RD 2009
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